Vivir en una cultura diferente

Rubén Antenor Alba es jujeño y hace 45 años vive en la ciudad entrerriana de Crespo. Fue propietario de una reconocida imprenta, impulsor y dirigente de la subcomisión de Fútbol Infantil de la Asociación Deportiva y Cultural (ADyC). Pero ¿Cómo fue ese cambio de una cultura a otra totalmente distinta? Por un lado, el sincretismo de los pueblos prehispánicos y por otro, las costumbres de inmigrantes, especialmente, rusos alemanes. En el medio, la fuerza del amor.

Por Ideas Culturales*

–Soy jujeño, nací en Cuyaya –barrio ubicado al noroeste del centro de– San Salvador de Jujuy y viví ahí hasta los 35 años. Cuyaya quiere decir Enamoramiento, en una lengua anterior al Quichua. Es una Villa muy linda, donde casi no había comercio.

Perdí mi padre antes de cumplir los 5 años y mi mamá a los 22. Ella me contó que pasé mis primeros dos años en Tilcalara, en la Quebrada de Humahuaca, después siempre estuve en San Salvador, hasta que me vine a Crespo.

–Durante la entrevista, nos muestra con orgullo un libro titulado “Soy bien Jujeño, pero de Cuyaya”.

Alba, hojeando Soy bien Jujeño, pero de Cuyaya, junto a su esposa.

–Mi infancia fue muy linda. Siempre me gustó mucho el deporte, cuando éramos chicos, lo único que hacíamos era jugar a la pelota.

Como todo chico huérfano, trabajé haciendo mandados, barriendo veredas y vendiendo diarios. A los 11 años, entré a una imprenta, junto con mi hermano menor.

–Sí, aprendí el oficio y nunca más lo dejé. Trabajé ahí hasta que me tocó el Servicio Militar. Después, ingresé en otra imprenta y luego en otra más grande, donde fui jefe de Sala de Máquinas, hasta que me vine a Entre Ríos. De esa misma empresa, me quisieron llevar a una fábrica de cuadernos, pero no quise, me quedé en la imprenta. Me gustaba el oficio, trabajaba 12 horas por días, cuando la ley dice que deben ser 6, porque es un trabajo insalubre. Después me vine acá y laburaba más horas, días enteros… –sonrisas.

–Tengo muchos recuerdos lindos. Aunque no nos daban las vacaciones para esa fecha, nos íbamos igual… Hay una cosa interesante, –cuando era joven– a mí me gustaba tanto el deporte, que nunca fui a un baile. El Carnaval –del Norte– es totalmente distinto al de Corrientes, o al de Gualeguaychú, allá se vive el Carnaval. Son más días, se comienza el Jueves de Comadres y se termina el Miércoles de Ceniza.

–Así es, es parte de la vida. Aunque sea que uno vaya a ver, ya participa. Allá es diferente, se hace en casas de familias y hay distintas agrupaciones. En Abra Pampa, cerca de la frontera con Bolivia, tenemos una familia amiga y con mis hermanos y otros muchachos, siempre íbamos a su casa. Teníamos una agrupación que se llamaba Los Puya Puya. Después, había muchas otras agrupaciones. Usted pagaba una tarjeta para todo el carnaval, entonces tiene cubiertos los almuerzos y cenas, porque allá comienza a las 10 de la mañana y hay Carnaval hasta la medianoche, ahí se termina porque se corta la luz, entonces hay que irse… –sonrisas.

También hay “fusilamientos”… Si vas a las 10.15, ya llegás tarde, entonces te sientan, te traen una bandeja con bebidas y las tenés que tomar… Y así lo dejan ‘liquidado’ para todo el día… –risas.

–Con Ceci nos conocimos allá. Ella tenía un tío que era Párroco y la Parroquia quedaba a una cuadra de mi casa. Después de verla pasar varias veces, un día la veo ‘bajar’, porque allá las calles son en pendiente por los cerros, ahí finalmente conversamos un rato. Anduvimos tres meses de novios y ella me dice: Me tengo que volver a mi casa, entonces dijimos: ¿Qué hacemos?,¿Dejamos todo como está, o nos casamos? Tenía 29 años cuando me casé. Y el 12 de enero de este año fue nuestro 50º aniversario.

–Nos casamos en Aldea María Luisa (E.R.) y nos fuimos a vivir a Jujuy, estuvimos 5 o 6 años allá. Yo ya no tenía a mis padres y los de mi esposa –que vivían acá– ya eran grandes y me daba cuenta que a ella le costaba… Un día me dice: Vamos y yo le contesté: Vamos. Me vine sin conocer a nadie.

 Alquilamos un departamento con local. Fui a Buenos Aires, compré una máquina y las tipografías para instalar mi imprenta –que llamó Jujuy. En un año y medio hice mi casa, como no conocía a nadie, tampoco había Café o Billar, lo único que hacía era trabajar.

Casamiento de Cecilia y Rubén Alba.

–Cuando mi hijo mayor era chiquito, una noche se llenó de ronchas. Entonces voy a la Comisaría a preguntar adónde puedo llevarlo y me indican donde queda el Hospital. Allí nos dicen que está de guarida el Dr. Alberto Nusimovich –pediatra– y me explican que tengo que ir a su casa. Vamos, toco el timbre, prende la luz enseguida y nos hace pasar. Le puso una inyección y me dijo: Si en 20 minutos no se le pasa, nos vamos a Paraná. Pero enseguida se recuperó.

Y desde ahí nos hicimos muy amigos. Primero él me confundió con alguien, porque me dice: Yo también soy de Cultural, vamos al Club, me invitó. Fuimos y días después, ya era dirigente.

–Mis dos hijos también nacieron en Jujuy, José Ariel, el Ruso, tenía 4 años y Rubén Luis, el Choco, tenía 2, cuando nos mudamos. Los llevé a a jugar a Cultural y ahí disfrutaron mucho de su niñez. Los dos llegaron a jugar en primera, a los 15 años. Uno debutó en la cancha de Universitario y el otro en la de Peñarol. Era mi sueño, yo quería tener hijos varones para ir a pescar y para ir a la cancha.

Gracias a Dios nos llevamos bien. Nos han dado dos nietos y dos nietas, con los que estamos enloquecidos. El mayor nació en Córdoba y los demás, acá. Ellos son mi adoración, somos muy babosos. Yo hablo Quichua también y al segundo le digo Chollo, que quiere decir cabezón.

–Sí, en 1982 junto a Jorge Heinze, Seimandi, Kely Ghirardi y Mario Lía, que fueron los primeros técnicos del Infantil, creamos la Subcomisión de Futbol Infantil de Cultural, de la cual fui el primer presidente. Hace un tiempo, Choco también fue presidente de esa Subcomisión y Ruso fue presidente de la subcomisión de Rugby.

–Soy socio vitalicio. Me gusta ir a ver futbol, soy un enamorado, adicto al futbol, soy capaz de no comer con tal de no perderme un partido.

El domingo pasado el Ruso me invitó a ir a ver a River. Y fuimos al Monumental. En Buenos Aires me encontré con un paisano, un Colla abogado que trabaja en una dependencia que atiende a los chicos, almorzamos juntos y después nos fuimos a la cancha. Pasé un día hermoso.

–Las costumbres son muy distintas, no digo que una sea mejor o peor. Fui a un almacén donde la mayoría hablaba en alemán y pensé ¿Dónde me metí? Cuando vino mi hermano me dijo: Yo te quiero mucho y somos muy hermanos, pero no vengo más y así fue.

El agua es distinta, el pan, las comidas… Allá se come Locro todo el año, las comidas son picantes. Cuando vine me dieron Pirok y lechón con budín –Filsen–, esa vez comí nomas, no podía decir nada… –sonrisas. Allá hasta en verano hace frío, a la tardecita ya refresca y de noche hay que dormir con frazada.

Primero vivimos en Av. Independencia, frente a Luis Hess, me levanto a las 7 de la mañana, salgo al frente y me da un mate amargo, ¡Ay nunca más!, dije.

Ya hace como 45 años que estamos acá, pero nunca me pude acostumbrar… Me cuesta mucho. Acá es difícil tener amigos, es complicado…

–Allá la amistad tiene otro sentido, hasta se juegan la vida… Tenemos la costumbre de conversar con los amigos en una esquina, o reunirnos en un Café a compartir… Tenía muchos amigos… Yo he cuidado enfermos de noche… Acá, le dije a un vecino que operaron: Cualquier cosa y a cualquier hora que me necesites, yo vengo, si hay que ir a la farmacia, o lo que necesités… Y me miraba como diciendo Este está loco… Un día, veo un hombre que iba empujando su camioneta, me acerco a ayudarle y me dice: Este es un problema mío, usted siga…

Una anécdota muy dolorosa: Había una vecina que estaba sola, por eso cuando necesitaba algo mi esposa iba a ayudarle. Un día la atropella un auto, la internan y necesitaban cuatro dadores de sangre. Entonces nos ofrecimos para ir al laboratorio a donar, con mi hijo, Ricardo Gómez y un muchacho más de barrio Azul, que estaba acá. Llegó el hermano de la vecina y preguntó quiénes eran los dadores y cuando le dije quiénes éramos, me respondió: Disculpame, pero sangre de negro no le ponen a mi hermana. El Dr. Sione no lo podía creer… 

Otra cosa que me dolió fue que una vez, un Estudio me hizo un pedido en la imprenta, después vino la secretaria y me dice, el contador te lo va a pagar, pero no va a retirar el trabajo y le pregunto por qué, le insistí hasta que me contó, dijo que le había dicho: En imprenta de negros, no hago trabajos.

Después ya me acostumbré…

–Sí, porque hay chicos que traen sus parejas de otros lados, o viene gente nueva a vivir aquí y ya no se escucha tanto hablar alemán…

–Mi padre trabajaba en Arquitectura de la Nación, el último trabajo que tuvo fue en Cachi (Salta), de él no me acuerdo casi nada, ni fotos tengo. Mi mamá se llamaba Fany era muy cariñosa con nosotros, recuerdo que paseábamos a la tardecita por una Plaza que quedaba cerca de casa. Ella me contaba que mi Papá, capaz que pasaba tres o cuatro días que no hablaba y a mí me gusta estar solo, por lo menos una vez al mes. Me gusta ir al Cementerio, donde visito a mi amiga Ana Kempa, al papá de Meli, mi consuegro…

–Sí, allá uno se muere cuando lo olvidan y se celebra el Día de los Muertos… En Maimará un pueblo que está casi donde empieza la Quebrada de Humahuaca, el cementerio está entre los cerros, porque es más cerca para llegar al Cielo. Allá es muy místico y yo creo en todo… Una noche sentí que me agarraron de la muñeca, pero esas cosas no me asustan… Aunque me dicen que son pavadas, cosas de negros… También creo que, si existe el bien, existe el mal.

–Sí, allá se respeta mucho la Pacha. Un día estábamos comiendo, me invitan con vino, entonces primero le eché un chorrito a la Pachamama y una persona me dice: Esas son pavadas y yo le digo: Bueno, para mi no.

–La última vez me quedé un mes, tengo mi habitación con mis cosas, porque me quedo en la casa que era de mis padres, donde vive uno de mis hermanos. Fue una de las primeras casas que hubo en la Villa. Éramos seis varones, por eso se planchar, pegar un botón, lavar, limpiar… pero de cocina cero.

Cuando voy a Jujuy lo primero que hago es buscar Coca para coquear y voy al cementerio.

–Nos vamos a la Quebrada de Humahuaca, la Puna, … recorremos todo… hasta Bolivia…

–Llamo por teléfono a cada rato… Ahora es más lindo porque lo televisan…

Alba, durante la entrevista con Ideas Culturales

También contamos con la grabación audiovisual de la entrevista completa y próximamente la publicaremos en nuestro canal de YouTube:

https://www.youtube.com/@ideasculturales/videos

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