El adiós, a Rube Zamero de Gandulfo

Rubelinda Zamero de Gandulfo dejó de existir físicamente ayer 29 de mayo, a los 96 años de edad.

Por Ideas Culturales

Rubelinda Zamero de Gandulfo dejó de existir físicamente ayer 29 de mayo, a los 96 años de edad. “Rube” fue una mujer muy activa en la vida cultural de la ciudad entrerriana de Crespo. Entre otras cosas, fue una teatrera de alma, una mujer que amaba la vida, contagiaba su buen humor y nos regalaba su sonrisa pícara. Y así la queremos recordar.

Descubrió la actividad teatral a los 60 años y desde ahí, desarrolló este arte durante más de 25 años. Formó parte del elenco municipal de IMEFAA (Instituto Municipal de Expresiones Folklóricas Artesanales y Artísticas) y del Grupo Independiente LACOTEI, interpretando numerosas obras y diversos personajes, en los que se destacaba ampliamente. Fue muy querida por el público y toda la comunidad.

En julio de 2013 fue homenajeada por la Municipalidad de Crespo, en el marco del Ciclo Cultivarte y en diciembre de 2016 también fue distinguida por la Cámara de Mujeres Emprendedoras y Empresarias CREERME. Ese año, además, fue retratada en una pintura al óleo por el artista crespense Jorge Sack, en el marco de los festejos por el 128º Aniversario de la ciudad.

Rubelinda Zamero nació en el ejido de Paraná, zona de “El Brete”, un 28 de marzo 1928, cursó sus estudios en la escuela Nº 23. Junto a su marido Acacio Florencio Gandulfo llegó a Crespo en 1964 donde se instaló y vio crecer a su familia, sus hijos, nietos y bisnietos.

“A los 60 años experimentó por primera vez un escenario comenzando a hacer teatro, actividad que la llevó a recorrer infinidades de escenarios. Su composición versátil la llevó a encarnar los más variados personajes, con gran facilidad para la comedia y el drama. La primera obra en la que intervino como actriz fue “Mustafá” de Armando Discépolo (1989)…”. Luego, vendrían muchas otras obras, muchos escenarios…

“Cuando encienden las luces

y se abre el telón,

su alma entera de gozo

vuelve a brillar con pasión.

Es la niña de las rayuelas y escondidas,

la joven madre que todo lo dio,

la de los sueños guardados,

la que sufrió cuando llegó a esta ciudad tan distinta.

Quizás fue casualidad,

o tal vez fue la soledad;

esa nueva compañera

que supo encontrar sin querer,

cuando ya los hijos estaban grandes

y se añoraban los recuerdos de una vida compartida.

Dicen que fue la curiosidad,

Algunos opinan que fue por propia voluntad,

lo cierto es que para ella no hubo edad,

no hubo límites para crear.

En el escenario no hay dolores,

no hay desamores,

no hay años, ni olvido,

para ella solo hay amor.

El teatro le guardo su lugar,

la esperó como un amante apasionado

y ella lo eligió sin dudar,

porque nunca es tarde para empezar,

y así pasar juntos a la eternidad.”

Poema que le escribió César Román Escudero, para su homenaje.

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